BBK MUSIC LEGENDS 2019. Beach Boys, Suzanne Vega...


 

Recordamos nuestra crónica de la jornada del viernes de la hasta ahora última edición del BBK Music Legends.

VIERNES 14 DE JUNIO DE 2019 CENTRO OLA BBK (SONDIKA)


Cuarta edición ya del Music Legends y una sensación de que viviremos muchos más. Parece que el M.L. ha venido para quedarse. El formato y el lugar elegidos se antojan perfectos para ofrecernos un festival agradable, sin grandes agobios ni aglomeraciones y un puñado de clásicos absolutos de la historia de la música popular. Aquí hay lugar para el blues, soul, reggae, rhythm & blues y el omnipresente e imprescindible rock clásico del siglo XX, o más allá. La media de edad debe de estar bastante por encima de los 50 tacos; el asistente medio es un auténtico fan de al menos un grupo o solista , y me atrevería a decir que de la mayoría de los que actúan en el único escenario disponible. Un escenario del nivel de las grandes ocasiones pero bastante asequible y cercano al público. Entre concierto y concierto hay tiempo de sobra para beber algo o incluso pegarse una cena sin estresarse ni hacer colas de media hora (o más) tan habituales en otros eventos. El recinto dispone de amplias zonas de descanso, si bien los asientos suelen estar ocupados desde muy temprana hora. La edad no perdona.


En estas que accedemos al Centro Ola BBK y tenemos la suerte, aún de chiripa, de disfrutar de dos temas de los bilbaínos Amann & The Wayward Sons. La sensación general al entrar es un tanto desoladora frente al escenario: Hay gente sentada a lo lejos en las sillas o la zona de restauración, pero en la arena solo hay unos cuantos curiosos y algún que otro incondicional, aún cuando haya que reconocer que un viernes a las 17:30 no es precisamente el mejor horario para acumular espectadores. De todos modos, cada vez se iba arrimando más gente a medida – supongo - que iban llegando los trenes que hacían su parada como quien dice a dos pasos del recinto. “Free soul” sonó a gloria, a un sofisticado conglomerado de lo mejor de los años 70 (rock sureño del bueno), pericia instrumental y un líder, guitarrista y cantante (Pablo) bien secundado por cinco compañeros, teclado incluído, con gran presencia escénica y poca movilidad. Parece que tienen ya a puntito su segundo álbum que puede ser el que les aúpe un peldaño más en el panorama estatal.


Entre tanto grupo anglosajón y vascos con nombres y letras en inglés, este festival siempre se ha caracterizado por programar auténticos clásicos del rock euskaldun, haciendo justicia (de una vez) con el inmortal legado de sus protagonistas. Para haceros una idea, las tres ediciones anteriores han contado, cada una de ellas, con Niko Etxart eta Hapa-Hapa, Ruper Ordorika y Gari & Maldanbera. Este año ha sido Anje Duhalde quien ha cogido la antorcha del rock vasco y doy fe de que pateó unos cuantos culos. El de Arrangoitze salió puntual y atacó, como viene siendo habitual en los últimos años, con un “Gure Lekukotasuna” (de Errobi) potente aunque ralentizado, que sin embargo siempre le sirve para abrir boca. Por supuesto, la enpalmó con “Maitasun nortasun” del que es aún hoy en día su último disco en estudio, aquel bombazo llamado “Sorminetan” (Elkar, 2006), tras el cual nos saludó efusivamente (arratsaldeon!). “Gitarra zaharra”, versión de su admirado John Hiatt y perteneciente al mencionado último disco, precedió a dos variaciones en su habitual set list como son la preciosa “Gezur baten gezur bi” y otra más – la última ya – de “Sorminetan”: “Beharren beharra”, con letra de Xabier Amuriza y un sabor a gloria que ya no se nos quitó en todo el concierto.

Volvió sus pasos hacia Errobi y uno de sus clásicos más duros como es el mítico “Nora goaz?” con su hijo (el batería Txomin Duhalde) haciendo de Mixel Ducau en esos agudos eternos y arrebatadores. La enpalmaron (esta vez acordándose de su otro grupo, Akelarre) con “Goizero”, y aquello ya solo podía subir y subir. Tras hacernos cantar unas cuantas veces y hablarnos siempre en euskara (¿cómo, si no?), unieron “Goizero” con “Bakezaleak” y nuestros ojos se posaron en Remy Gachis y su esperado solo de guitarra en el cual se recreó bastante menos de lo que hubiera (hubiéramos) querido. Anje debería dejarle más momentos de lucimiento para que pudiera expresarse en su totalidad y dotara de mayor espectacularidad al show. Tampoco vebnría mal refrescar el repertorio con temas nuevos, y es que ya llevan años ofreciendo conciertos similares en cuanto a set list. Sin embargo, aquí se trataba de escenificar la valía de este artista y del rock vasco en general, y vaya si lo consiguieron. Se trata de un grupo 100 % profesional, con Txomin muy fino en los coros y preciso como un metrónomo con los tambores. El bajista Iñigo Telletxea, quien también ha formado parte de los grupos de Xabier Montoia y Petti, es una garantía y una pieza fundamental en el sonido tan compacto que muestra el grupo en directo. Anje, por su parte, lleva ya unos cinco años cantando estupendamente, y tampoco nos defraudó en la dificilísima “Gogoaren baitan”, el cual acometió después de volver a interpelarnos y preguntarnos qué tal estábamos: “Ondo zaudete?”. La coreada “Etxeko andre” sirvió de presentación de los músicos y tampoco faltaron las habituales menciones al euskara por parte de Anje en esta canción, hasta que, al finalizar, amagaran con “Kantuz”. Se retiraron los cuatro y, ante la insistencia del público, se despidieron precisamente con “Kantuz”, versión de los californianos Poco, igual que hiciera con Akelarre hace 37 años. Y, ya que he mencionado este grupo por segunda vez, no estaría nada mal que el año que viene fueran ellos los que recogieran el testigo.


La fina lluvia que nos refrescó por la tarde desapareció a pesar de que las nubes no dejaran de amenazarnos durante todo el día, y aquello se convirtió en el clima ideal para disfrutar del resto del festi: ni frío ni calor, una temperatura estupenda y un ambiente cuanto menos envidiable. Con Suzanne Vega ya empezaron a movilizarse las masas y aquello pintaba estupendamente a eso de las 20:15, cuando saltó al escenario la norteamericana. Algunos nos llevamos una sorpresa al verla solo acompañada por el guitarrista Gerry Leonard, conocido por su trabajo junto a David Bowie. Ni bajo, ni batería, ¡ni teclados! Pero fue empezar con la maravillosa “Marlene on the wall” y tener rendidos a sus pies a los espectadores. Su fuerza escénica y su enorme carisma nos engatusaron desde el principio. Ya para el segundo tema eligió la archiconocida y celebrada “Luka” y nos dejó claro que aquella iba a ser una actuación distinta. Nos explicó que la siguiente versaba sobre su primer amor, un amor de verano de cuando tenía 18 años: Nada menos que “Gipsy”, otro clásico de los 80, como los dos anteriores. Presentó entonces la siguiente, dedicada al mismo tipo – el amor del verano aquel -: “In Liverpool”. Suzanne mira de frente y contesta a las peticiones y comentarios de los espectadores. Tiene ironía, rapidez de reflejos y un carácter curtido en mil batallas. Resulta hasta intimidante a ratos, aunque su sensibilidad única se impone por encima de cualquier otra cuestión.

Nos preguntó varias veces si nos apetecía una canción “muy vieja, muy triste y muy larga” y nos apabulló con la maravillosa “The Queen and the soldier” donde sí que echamos de menos los teclados, aunque la sola presencia de Suzanne llenara cualquier vacío. Ava Gardner y Frank Sinatra sobrevolaron en la hipnótoca “Frank & Ava”, tema este de 2007, que sin embargo pasó con nota el examen, como también lo hizo la aún más reciente “New York is my destination” de su último disco editado hace tres años. Aquí se echaron de menos la batería y el saxo. Otra de las recientes fue “I never wear white” de su penúltimo disco “Tales from the Realm of the Queen of Pentacles” y la estrella de la tarde nos abrumó con su mítico recitado: “Tom’s diner” fue, es y será una obra de arte que marca toda una carrera. Impresionante observar al público embelesado, gozando con una artista y un solo acompañante, sin adornos ni artificios, y una mujer con gran expresividad corporal aún moviéndose a cuentagotas y con movimientos más que medidos. Carisma en estado puro. Tampoco hay que olvidar que Gerry Leonard llenaba los vacíos causados por la falta de los instrumentos mencionados con gran acierto y maestría. Excelente actuación en formato minimalista. Solo nos queda soñar con lo que puede ser capaz de hacer con una banda completa. Esperemos que vuelva pronto.


Paul Collins Beat es el grupo ideal para cualquier tipo de festival o fiesta que se precie: auténtico titán de los escenarios, su sola presencia levanta hasta a los muertos y su propuesta musical es potente y refrescante como pocas. Desde que abrió con “Let me into your life” se metió en el bolsillo a todo el público, y es que la New Wave da muchísimo de sí (esta semana tendremos otra buena muestra en el Azkena Rock Festival con los B 52’s). “Working too hard”, “Rock’n’roll girl”, “You won’t be happy” y “Work-A-Day-World” todas ellas también del primer LP “The Beat” dejaron clara la apuesta de Paul por aquel mítico disco (¡cayeron nada menos que nueve!) mientras el público se dejaba llevar por una actuación frenética y estimulante a más no poder. Las adictivas Dreaming” y “On the highway” representaron al segundo LP (“The Kids are the same”) y tras volver al debut con la clashiana “U.S.A.” saltaron al tercer disco, “To beat or not to beat”, con “All over the world” y “Always got you on my mind” para volver al 79 con “Walking out on love” y “Different kind of girl”. Nadie, ni los que habían conocido al grupo el mismo día, quedó indiferente. Y saltaba a la vista. La primera intrusión en el grupo anterior a Paul Collins Beat, The Nerve, fue una pegadiza composición pop (“When you find out”) de la mejor calidad, como si estuviéramos en plena Swinging London en 1965. Paul nos presentó el tema situándonos en San Francisco en 1974, en pleno Haight-Ashbury y en un estudio chino, “pero donde no había pan y leche”. La verdad es que el frontman se metió en el bolsillo a los presentes, con su acento de yanqui cachondo pero defendiéndose estupendamente con el castellano. Y es que el bueno de Paul lleva unos cuantos años viviendo en España, y sus músicos también son españoles.


Seguidamente acometieron con “Hanging on the telephone”, sorprendiendo a unos cuantos, también de The Nerves, que más tarde versionarían Blondie. La fiesta estaba en su apogeo. “Don’t wait for me” remató lo que para servidor supone uno de los mejores conciertos del año. ¡Gloria para Paul Collins!


Que los Beach Boys toquen en tu ciudad supone ya de por sí uno de los acontecimientos del año. Que lo hagan a este nivel es, en cambio, algo para lo que no estaba preparado. Las dos veces que he visto a Brian Wilson en directo he salido satisfecho, y aunque esperaba más marcha con el tipo que posee ahora el nombre oficial (el villano por antonomasia del rock and roll, Mike Love), lo vivido en Sondika supera todas las expectativas. Mike Love, el primo de los hermanos Wilson y único miembro original, ha sabido rodearse de auténticos expertos en el tema para ofrecer un show completo, extenso y generoso en cuanto a repertorio. Bruce Johnston, que lleva unos cuantos años en el grupo (entró en 1965, ¡ahí queda eso!), comanda la nave junto a Mike en una auténtica fiesta donde las olas, la playa, las chicas y los coches nos transportan a una época irrepetible. “Do it again”, “Surfin’ Safari”, “Catch a wave” y “Little Honda” nos zambullen, de entrada, en ese aroma embriagador impregnado de salitre que no nos abandonará en todo el show. La pantalla del fondo (la única de todo el día) nos muestra a esa gran familia (la cual, dicho sea de paso, de idílica no tenía nada) que fueron los Beach Boys, la inocencia de sus primeros años, la histeria de los fans, y muchas olas y tablas de surf, como en “Catch a wave”.

También fueron de agradecer los saltos en el tiempo y que hubiera lugar para épocas fuera del período clásico, si bien “It’s Ok” o “Getcha back”, por poner dos ejemplos, no fueran la mejor elección para ello. Poco importó si en medio de ellas pudimos disfrutar de “Surfin’ USA” (con el público en éxtasis) o esa maravilla llamada “Surfer girl”. Otras dos joyas ocultas de la clase del 65 son “Good to be my baby” o “You’re so good to me”, que cantó Bruce Johnston con gran maestría a pesar de su edad (a punto de cumplir los 77) y las lógicas limitaciones vocales que ello conlleva. Otra del mismo año, esta vez una versión, fue la Spectoriana “Then I kissed her”, grabada originalmente por las Crystals dos años antes con el título “Then he kissed me”. La cantó el tipo de la derecha del escenario, y la versión de “Why do fools fall in love” de Frankie Lymon & The Teenagers creo recordar que también estuvo al cargo de alguien del grupo, ya que los dos abueletes aprovecharon para tomarse un pequeño descanso. Más hits: “When I grow up (to be a man)”, “Little deuce coupe”, la apología del “409” y “Shut down”, entre las cuales se coló la introspectiva “Don’t worry baby”, de cuando Brian Wilson experimentaba con temas mucho más profundos y melodías arrebatadoras.


I get around” volvió loca a la concurrencia y fue el preludio de una fase que significó la cúspide de tan agitada actuación: “In my room”, revolucionaria e intimista obra de arte de Brian, dio paso por fin al mítico “Pet sounds”, el único disco que podía rivalizar con los Beatles. Psicodelia, innovación, experimentación y mucho ácido. Cayeron la embriagadora “God only knows”, la bella hasta la extenuación “Sloop John B” y, en uno de los momentos estelares de Christian Love (hijo de Mike Love) la eterna “Wouldn’t it be nice”. Las imágenes en la pantalla muestran a los hermanos (Brian, Carl y Dennis, los dos últimos ya muertos), Mike Love, Al Jardine y Bruce Johnston en sus años mozos, felices y mostrando al mundo una época eterna e irrepetible. Es difícil no emocionarse. “California girls” mantiene la tensión aunque “Dance, dance, dance” la hubiera cambiado por otra. La versión de Bobby Freeman” “Do you wanna dance” suena a gloria con estas voces y “Help me, Rhonda” mantiene la garra con esos duduás tan característicos – y que le han reportado tantos millones, nótese la ironía - de Mike.


La elección de la mediocre “Kokomo”, perteneciente a la banda sonora de la famosa peli de 1988 “Coctail” (de cuando Tom Cruise no necesitaba Viagra, como reza un anónimo y malicioso comentario en youtube), puede tener su origen en que Mike es coautor del mismo, con el beneficio que so conlleva. Uno, que es un malpensado. “Good vibrations”, la gran obra maestra de los Beach Boys, cantada de nuevo por Christian, fue una auténtica pasada. Puro éxtasis colectivo (“I think people in this part of the world are crazy”, dijo Mike) y el momento ideal para retirarse.


Regresaron enseguida con el “Rockaway Beach”(¡de Los Ramones!, de hecho este mismo año la han cantado con el mismísimo Marky Ramone en más de un concierto) y el adiós definitivo con la marchosa “Fun, fun, fun”. Lo dicho, un señor concierto con un Mike Love pletórico a sus 78 años, dueño y señor del escenario, elegante, dicharachero y seductor, al igual que Bruce Johnston. Inolvidables los bailes (escasos, eso sí) que se pegaron ambos en momentos puntuales y un sentimiento final de gloria y felicidad exultantes. Como apunte final, no es cierto que esta haya sido la primera vez que los Beach Boys hayan tocado en Euskal Herria. Existe – que yo sepa- un precedente: tocaron allá por 2001 en el Biarritz Surf Festival, si no estoy muy equivocado. BBK Music Legends, nos volvemos a ver el año que viene.

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