Archivos ARF: Crónica del último día, sábado 17 de junio.


 

Sábado, 17 de junio. La lluvia no estropeará nuestro festival.


De acuerdo, la dichosa lluvia sí que jodió algunas actuaciones, como las de Ezpalak en el escenario dos a las 17:30 y la de Brigade Loco en el escenario tres a las 18:00. Creemos que también se suspendió el de The Nude Party, e incluso se anunció la suspensión del concierto de Nat Simmons & Cherie Currie en el escenario tres (increíble, ¡la mismísima Cherie Currie en el Azkena!) aunque esta última la cambiaran a las 00:45. Respecto a Lucero, parece ser que tocaron en su hora, las 23:15 y Jim Jones All Stars a las 2:00.


Pillamos a The Bevis Frond en su salsa, desplegando todos sus encantos instrumentales y con un público muy animado a pesar de la lluvia. De ellos nos interesa su autenticidad y su dimensión psicodélica, que sobrevuela buena parte del repertorio. La despedida con “Olde worlde” fue un chute de energía sin límite que nos animó a seguir luchando y a resistir las ocho horas que aún nos quedaban hasta el final del festival.


Amanda Shires gustó al público, al menos al de las primeras filas. Es la suya una propuesta con pocas fisuras y muchas virtudes, desde ejercicios baladísticos como “Take it like a man”, gemas como “Don’t be alarmed” y medios tiempos como “Lonely at night”. La delicadeza de su voz y su manera de tocar el violín son otros puntos fuertes suyos, pero quizás su propuesta se nos antojó demasiado blanda para este festival. Hay que reconocer su valentía al tocar varios temas de su último álbum como las mencionadas “Take it like a man”, “Don’t be alarmed” y “Lonely at night”, entre otras, además de “Bad behavior” y (si no nos equivocamos) la más marchosa “Here he comes”.


Se agradeció también la más animada “Saddle in the rain”, aunque fuera una versión (concretamente de John Prine). El “Always on my mind” que cantó Elvis en su día le quedó preciosa, y la despedida con “Look like a bird” lo dejó en un buen punto. Y a todo esto, ya había dejado de llover...


Nada que ver lo que nos esperaba con Ana Popovic. La agresividad y la actitud de esta mujer serbia nos dejó boquiabiertos desde el principio. Además, tocó varias de su recientísimo disco como las enérgicas “Queen of the pack”, “Strong taste”, “Doin’ this” o esa maravilla funky llamada “Rise up!”. Solo el derroche de energía ya sería impresionante si no fuera porque además hacía unos solos vertiginosos de guitarra sin parar de bailar y de mover las caderas. Algo realmente increíble y digno de admiración. Ya había dejado de llover, pero a eso de las 21:15 salió el sol. Un momento mágico que más bien parecía una señal o un premio para la sufrida audiencia.


El blues, el soul y el rock duro sobrevolaron en todo el concierto, solo por debajo de las increíbles pulsaciones funkies y la penetrante base rítmica refrendada por un teclado expansivo. “I like it on top” fue fiel reflejo de ello, antes de la incendiaria despedida con “Lasting kind of love”: funk de la mejor escuela, solo de bajo penetrante, un guiño al “Thriller” de Michael Jackson... ¿Qué más se puede pedir? Se despidió por todo lo alto dejando una sensación de éxtasis en los presentes. Si creen que exagero, les invito a ver cualquiera de sus conciertos, ya sea en salas o en festivales.


La eterna Lucinda Williams fue una de las que recibió mayor cariño por parte de los asistentes. Desde el primer tema (“Protection”), pareció flotar una especie de halo protector que la arropó desde el primer hasta el último tema. El derrame cerebral que sufrió en noviembre de 2020 la dejó en mal estado, pero aunque no pueda tocar la guitarra sí que puede cantar, y lo hace con gran sentimiento y efectividad. El coraje de esta mujer no tiene límites. De manera que, una vez asumido este contratiempo, solo nos quedaba disfrutar de su inmortal legado.


Stolen moments”, el emotivo homenaje al gran Tom Petty fallecido en 2017 y grabado por Lucinda en 2021 (es decir, después del derrame) derramó más de una lágrima, por no hablar del increíble “Drunken angel”. También fue muy bien acogida la balada “Fruits of my labor”, aunque tampoco dejó de lado temas que se publicarán el próximo día 30 en su nuevo disco titulado “Stories from a rock n roll heart”, como la sorprendente y embriagadora “Are you down” o la outlaw country rock “Let’s get the band back together”. Hubo otro tema bastante reciente, como la versión del blues “You can’t rule me” que había cantado Memphis Minnie hace muuuchas décadas. La verdad es que le quedó redonda.


Demostró gran sensibilidad en la emotiva balada “Out of touch”. “Unsuffer me” sonó maravillosa en manos de su banda, que volvió a juguetear con la vacilona “Joy”, la cual extendieron con gran maestría para bajar después el tempo con “Essence”. Ya en el sprint final, la arrebatadora “Honey bee” y la innecesaria versión (¡este año también, igual que el año pasado por parte de Patti Smith!) del “Rockin’ in the free world” de Neil Young, que sin embargo encendió al público. Resumiendo: estamos en 2023 y esto es lo que hay. Tampoco podemos exigirle mucho más a Lucinda, que por otra parte los tiene bien puestos. Sí que echamos de menos más temas de sus primeros discos, pero el repertorio fue inmaculado. El final con la gente coreando “¡Lucinda!” fue digno de recordar. Y el remate fue cuando ella se quedó un rato de pie mirándonos, saludándonos y diciendo “Gracias para todos. Amor y paz. I love you all”.


Lo de los Melvins dista mucho de ser una simple propuesta musical. Tanto su carisma, su concepto, su sonido y su actitud son características que pudiéramos intentar clasificar de alguna manera. Pero no es posible. Pioneros del Sludge, desarrolladores de las afinaciones graves Sabbathicas, camaleónicos y anticomerciales en sus discos y en sus directos... Por ésta y muchas otras razones podremos entender la devoción de sus fans y las ganas que teníamos de verlos en directo. No decepcionaron. La salida a escena fue apoteósica, con una agresión sonora del calibre de “Snake appeal” que fue simplemente increíble. La brutal “Zodiac” nos impresionó por su fuerza bruta y el latigazo de dos minutos “Copache” desató los instintos.


La sola presencia de Buzz Osborne, con su extraño atuendo y su pelambrera, impresionaba desde el primer momento. Y ahí estaba, detrás de él, Dale Crover, el fiel batería que lleva con él cuarenta años, aunque en ocasiones puntuales también se haya encargado del bajo. Y actualmente a cargo de este instrumento, nada menos que Steven McDonald de Redd Kross, que ya había actuado con su grupo en este mismo festival en 2006. Su sola presencia, sus constantes cambios de postura, poses inverosímiles siempre coordinadas con la música, provocaciones y su tenaz comunicación con el público lo convierten en uno de los bajistas más singulares de la historia de los Melvins, que ya es decir.


Hubo homenaje a los Beatles con un “I wanna hold your hand” de ultratumba: algo increíble, aunque el hecho de que no se oyera casi la voz en las primerísimas filas durante todo el concierto (aunque nos consta por los testimonios recogidos que más atrás no fue así) condiconó mucho nuestro veredicto final. No se olvidaron de su último disco “Bad moon rising”, editado el año pasado, con la pesada “Hammering” y la deliciosamente súper heavy “Never say you’re sorry”.


El carisma del grupo nos llevó en bolandas también con la sabbáthica “Evil new war god” para bajar el tempo con la embriagadoramente grave “Let it all be”. En este punto servidor debe ser sincero: me parecía increíble que estuviera viendo a los Melvins, y una vez más debemos dar las gracias a este querido festival. Las sensaciones acumuladas durante todo el concierto son tantas que las guardaremos para siempre. Es cierto que en la variedad está el gusto, y en eso los Melvins nunca se quedaron atrás. El ritmo entrecortado, lento y pesado casi hasta la parada técnica, de “Blood witch” fue otro punto fuerte del set.


Sumergidos plenamente en el universo Melvins, cabe destacar la comunión entre el público, aunque siempre haya alguna desgraciada excepción. Ya saben, a estas alturas del festival hay quien quiere dar la nota y se llena de gloria. Por lo demás, temas insignia como “Honey bucket” y “Night goat” supieron a gloria bendita en un concierto que nos llevaremos a la tumba.


Se pueden imaginar la expectación para ver al eterno Iggy Pop. Comenzó con “Rune” (versión de Noveller), que enpalmó con “Five foot one”, una rareza para el gran público, como lo es el disco al que pertenece: “New values”. Esta y alguna otra que ya comentaremos son dignas de agradecimiento, aunque no iban a ir por ahí los tiros. Por desgracia (y por suerte para la gran mayoría), se sucedieron los clásicos de los Stooges como “Raw power” o “Gimme danger” para regocijo de las masas. No hay problema con ese repertorio, faltaría más, pero después de ver a los Stooges tres veces y a Iggy en solitario solo una vez, se pueden imaginar que echamos de menos temas de su discografía en solitario.


Llegaron, por fortuna, las inevitables “The passenger” y “Lust for life” proyectándose a la eternidad, aunque perdieran parte de su maestría por la sección de vientos. Como para llevarnos la contraria, increíblemente tocaron otra del disco “New values”: un delicioso “The Endless sea”. Seguidamente, las explosivas “Death trip”, “Im sick of you”, “Search & destroy” de Iggy & The Stooges y, entrecalada, la apoteósica “I wanna be your dog” de los Stooges. Fueron, sin duda, los momentos más explosivos.


Último viaje a “The idiot” con la bendita “Mass production” en los bises, para seguir una vez más con el “Fun house” hacia la devoción total con “Down on the street” y “Loose”. Por eso agradecimos que se acordara del increíble nuevo disco con la apabullante “Frenzy”.


Iggy fue un auténtico terremoto durante todo el concierto: se movió, a pesar de su lesión permanente, como solo él sabe hacerlo: arengando a las masas constantemente y dando un espectáculo realmente asombroso a sus 76 años. La manera de manejar la situación, sus proclamas, sus provocaciones y su casi insultante manera de tomar el escenario perdurarán para siempre en la historia del rock. Como conclusión final, destacar que los nueve temas de los Stooges nos privaron de oír más clásicos inmortales suyos y, ya puestos, que solo tocaran uno del primero de los Stooges nos supo a poco. Hemos comentado el tema nuevo que cerró el concierto, pero creemos (aunque no lo afirmamos con rotundidad, para no meter la pata y algún hater nos cruja) que tocó otro hacia el principio del concierto, entre “TV eye” y “Raw power”, y que ese tema fue “Modern day rip off”.


Hubo momentos en los que del oído izquierdo podíamos escuchar los últimos temas de la Iguana mientras que por el derecho oíamos los inmortales clásicos de las Runaways, a cargo de Nat Simons y la mismísima Cherie Currie. Tras el final de Iggy, éstas también habían terminado su show, así que, con un palmo en las narices, nos acercamos a despedir el escenario dos con los comedidos Alter Bridge. A medida que nos acercábamos al escenario nos iba impresionando más el fabuloso telón de fondo, las maravillosas luces y la limpieza de todo el conjunto. Un auténtico paraíso para los fotógrafos.


Ghost of days gone by” es una de esas inmaculadas piezas de medio tiempo que van creciendo hasta explotar en estribillos dignos del más radiable pop. “Cry of achilles” empezó con acústica aunque siguió con una gran cabalgada digna de Iron Maiden y un riff oscuro como pocos. Un estribillo agudo le añadía más dramatismo a, esta vez sí, una gran pieza de genuino metal. Seis minutos de auténtica delicia. Tampoco decepcionó “Before tomorrow comes” a sus seguidores, en un tema cuyo empuje confluye en el estribillo y ya. Metal alternativo melódico a más no poder.


Come to life” sí que fue un auténtico revulsivo y un despliegue de agresividad si lo comparamos con la mayoría de temas del repertorio. El oscuro riff de “Blackbird” tuvo una introducción en forma de homenaje a la canción de los Beatles del mismo título. Un tema, el de Alter Bridge, calmadito casi hasta el final, donde sí explota de algún modo, además de desplegar un solo de guitarra atractivo.


Decidieron regalarnos un final metalero con la elegante “Isolation” y el avasallador ritmo de “Metalingus”. No podemos poner muchas quejas a la banda ni a ninguno de sus integrantes: demostraron elegancia y gran solvencia en su trabajo. En cuanto a Myles Kennedy (que ya había visitado el Azkena en 2010 como cantante de la banda de Slash), la calidad su voz y su buen hacer quedaron demostrados una vez más, aunque tanto a él como a toda la banda no le vendrían mal algo más de agresividad.


Terminamos así esta edición del Azkena, trasladándonos a todo correr al escenario tres para intentar pillar el show de Jim Jones Allstars. Jim, que ya había venido a este festival en 2010 como Jim Jones Revue, había montado una tremenda fiesta en la abarrotada explanada, aunque solo pudimos disfrutar de la última canción. Fin del trayecto por ahora. Nos vemos el año que viene con más sorpresas.




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