Archivos ARF: recordemos el Azkena Rock Festival de hace 10 años (2014)


 

Publicado en Mondo Sonoro en 2014

AZKENA ROCK FESTIVAL 2014 20 y 21 de junio Mendizabala (Vitoria-Gasteiz)

Promotor: Last Tour International Estilo: Rock Asistencia: 26.000 sumando los dos días

Una vez más, el Azkena Rock Festival ha salido victorioso en su lucha por ofrecer música de calidad y, más allá de eso, en su continua batalla por su propia supervivencia. Lides que, por el momento, sigue contando por victorias en este universo tan cambiante y difícil como es la organización de cualquier tipo de festival de música. Una vez más, los aficionados (Los hijos del rock, como diría el gran Salvador Domínguez) respondieron con la fidelidad de quien sabe lo que quiere y sabe dónde encontrarlo. Y con esta ya van 13 ediciones, que se dice pronto.

Tampoco deberíamos olvidar que el número de asistentes de estos últimos años palidece ante las ediciones de 2005 o 2006, pero no es necesario recordar el momento económico tan duro que vivimos desde hace ya 6 años. Este contexto afecta muy especialmente al ámbito cultural, donde las salas y los festivales de música bastante habrán hecho simplemente con no desaparecer. Así pues, el número de grandes nombres ha ido menguando mientras, a su vez, parece que los organizadores han encontrado la manera de mantener la personalidad del festival, que es lo que, a su vez, ha seguido atrayendo al Azkenero de base, ese aficionado musicalmente culto que sabe que va a descubrir unas cuantas joyas cada año.

De esta manera, el privilegio de abrir esta edición fue para los locales 13 Left to die, que machacaron un metal de excelente factura en 6 canciones que se nos hicieron muy cortas. Death Metal en el Azkena? Sí, amigos, todo es posible aquí. Lo de los canadienses Monster Truck es, también, flipante. Himnos taberneros, guitarreo a raudales y un poderío y un carisma que impresionan. Hicieron corear a toda la carpa “Old train”, “Fort he sun” o “Seven seas blues” como si en los mejores tiempos de Slade estuviéramos. Las 6 de la tarde y ya tenemos a dos de los mejores grupos del festival. Cuando el solazo dio paso a un torrente de lluvia, el festival dio un vuelco: Bombus se quedaron sin poder tocar, no así el dúo irlandés Hudson Taylor, que tuvo la enorme suerte de estar programado en la carpa. Ya con “Drop of smoke” demostraron una excelente calidad vocal en sus composiciones folk-pop, aunque no nos atraparan como los anteriores.

Seasick Steve, ese viejo bluesman canalla, arrasó ante un público enfervorizado que cantó, rió y se lo pasó en grande con el boogie de “Keep on keepin’ on”, la marcha de “Don’t know why she love me but she do” o la preciosa “It’s a long long way”. El veterano batería imprimió un sentimiento y una fuerza que hicieron del concierto un auténtico acontecimiento. Los Stranglers esperaban su momento en la carpa, y, aunque el bajista Jean-Jacques saliera algo apagado, su impresionante feeling y el carisma del cantante y guitarrista Baz Warne levantaron un show que terminó siendo una auténtica fiesta y una exhibición de elegancia musical rubricada por unas composiciones sofisticadas a más no poder. El hecho de dirigirse a nosotros en euskara demuestra su cercanía, en un tipo de grupo en las antípodas de todo tipo de pose o ego desorbitado. “Always the sun” sonó a gloria, y el final punk con “Something better change” y el archiconocido “No more héroes” les hizo despedirse en lo más alto.

Los Scorpions se dejaron ver por tierras vascas 10 años después, y había una enorme expectación, familias enteras con bebés incluidas, por volver a verlos. A pesar de tocar quizás demasiadas baladas y medios tiempos, los de Hannover lucieron poderosos y en gran forma, sobre todo un Rudolf Schencker que parece no envejecer. ¡Qué tío! Klaus Meine mostró un gran carisma a pesar de flojear en alguna canción y sufrir enormemente en “Blackout”. “Still loving you” y “Wind of change” fueron el punto de encuentro de todo tipo de fans, que aguantaron heroicamente la tormenta. Aún quedaban por tocar Turbowolf, Marah y Unida, pero, mojados hasta los huesos y con el cansancio acumulado, decidimos retirarnos, muy a nuestro pesar, para recobrar fuerzas para el día siguiente.

El sábado, en cambio, lució un espléndido tiempo que contribuyó a resarcirnos del día anterior. Los Strypes, ese grupo de jovenzuelos tan preocupados por su imagen pero, sobre todo, por su explosivo rock 60’s, se encargaron de eliminar todos los prejuicios que servidor tenía acumulados. Y es que hay que rendirse a la evidencia: Los Strypes vienen para quedarse, y convencen al público. ¡Vaya si lo hacen! Lo de Soulbreaker Company, sexteto de la ciudad, es digno de enmarcar. Uno se pregunta cuándo explotará definitivamente este grupo que lleva haciéndonos felices durante una década. Su rock potente 70’s psicodélico no tiene nada que envidiar a ningún grupo guiri de hoy en día. “Oh! Warsaw!” o “It’s dirt”, con sus respectivos desarrollos instrumentales, hacen cada actuación suya una auténtica ceremonia difícil de olvidar. Joe Bonamassa fue otra apisonadora armada de riffs y solos memorables. Ya desde “Oh beautiful” y “Story of a quarryman” demostró ser el jefe del ruedo del blues y el ritmo. Tampoco podemos olvidar a los cabezas de cartel del sábado, unos Blondie ya entrados en años pero con la valentía suficiente para tocar un buen puñado de temas nuevos y/o recientes. Debbie Harry atravesó fases difíciles donde se mostró frágil y justita de voz para terminar saliendo casi a hombros gracias a su carisma y variedad de recursos. “Rapture”, “Heart of glass” o “Dreaming” cautivaron desde el más rockero hasta la más popera. Wolfmother se lo llevaron de calle con su muro de sonido de riffs eternos, líneas de bajo profundas y un ritmo de alta precisión, con especial éxito de las antiguas “Dimension”, “Apple tree” o “The joker & the thief”. Royal Thunder sorprendió por su eclecticismo y su orgía de ritmos blues que a la mínima evolucionaban hacia un corpulento rock duro. Y, despidiendo el festival, Kadavar se llevaron el premio de mejor actuación por su impresionante, enorme y adictivo trabajo de riffs de guitarra, batería precisa y poderosa y bajo omnipresente. Un grupo compacto como pocos con una canción para enmarcar: “Doomsday machine”.

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