Conversaciones post-concierto. Capítulo primero: Juanjo Berasain.
Cuando el cantante de Ezpalak (Juanjo Berasain) me preguntó si me gustaba más el “Vol.4” o el “Sabbath bloody sabbath”, supe que no era cualquier pregunta y que, dependiendo de la respuesta, me la estaba jugando. Ezpalak acababan de terminar su concierto en fiestas de Berriatua (el 10 de mayo de 2024) y él había actuado con nada menos que con la camiseta del cuarto disco de Black Sabbath: “Vol.4”. Ante tamaño desafío, no sin tomarme un par de segundos (quizás menos) de reflexión, supe que tenía que decir la verdad, aunque me doliera. “Es como elegir entre papá y mamá” -pensé- “pero debo contestar a una pregunta formulada de una manera tan directa”.
Para los amantes de Black Sabbath, es prácticamente imposible elegir entre sus seis primeros discos, editados entre 1970 y 1975, aunque hay quien reduzca este número a los primeros cuatro, algo que personalmente se me hace difícil de entender. “Vol.4” supuso un chute de dureza extra, si es que eso era posible dentro del infranqueable muro de sonido de los de Birmingham. Trallazos como “Tomorrow’s dream”, guitarreos diabólicos como “Supernaut” y la extrema pesadez de “Snowblind” o “Cornucopia” conformaban una grabación rocosa como pocas. Es más, trabajaron ambientes aún más esotéricos en torno a unas melodías extrañamente adictivas y malignas pero bellas al mismo tiempo, tanto en la propia “Cornucopia” como en la aún más maligna “St.Vitus dance” y la embrujante y preciosa “Under the sun”.
Pero es que, además, está la cuasi-comercial balada “Changes” que suscitó cierta polémica en su momento por su accesibilidad, si bien habría que matizar bastante ese concepto tratándose del grupo del que estamos hablando. La balada no carecía de una atmósfera inquietante que tan bien pegaba con el sonido general del álbum. “FX” no era más que un experimento de Iommi aunque seguramente surgido de manera casual al haber tocado accidentalmeete las cuerdas de su guitarra después de fumar algo de hierba en el estudio. A ese sonido le añadieron esos ecos tan característicos que lo dominan por completo. La apertura del disco la conformaba un pepinazo de ocho minutos lamado “Wheels of confussion”, un mundo en sí mismo y una maravilla que anticipaba algunos momentos que llegarían en los dos próximos discos.
Ante este bagaje, resultaría imposible resistirse a responder “vol.4” a la pregunta del cantante de Ezpalak. Solo un disco más maravilloso y perturbador podría hacernos cambiar de opinión. En 1973, entre montañas de cocaína, alcohol y toda clase de sutancias psicotrópicas, el grupo se sumió en una crisis creativa que se resolvió con uno de los más maravillosos riff de la historia del rock. Toni Iommi dió con una secuencia enrevesada y maravillosa que absolutamente nadie, ni el más virtuoso guitarrista que pudiésemos imaginar (Hendrix, Blackmore, Page), sería capaz de construir en esos términos. La atmósfera de terror era a la vez bella e impoluta, y la canción “Sabbath bloody Sabbath” marcó el inicio de un LP absolutamente insuperable.
Como siempre, y en perturbador contraste, la voz de Ozzy marcaba unos agudos tan envolventes y melódicamente embriagadores que se clavaban para siempre en el cerebro del oyente. Esta es la idea principal que subyace en el resto del álbum: riffs maravillosos, desarrollos instrumentales de factura libertaria y una fuerza descomunal dominando el conjunto. “A national acrobat” es un buen ejemplo de ello, preciosa en sus primeros dos minutos y más compleja y maligna en los cuatro siguientes. Siguiendo con esta conmovedora idea, y tras la flotante “Fluff”, “Sabbra cadabra” se perfila como la mejor de su discografía, con un extra de velocidad y de ideas musicales ingeniosas de nuevo refrendadas por el contraste con la voz de Ozzy, que en un ejercicio de alquimia constante, tenía la capacidad de hacer sonar melodías bellísimas a la vez que perturbadoras. Por supuesto, los cuatro últimos minutos se zambullían en atmósferas creativamente libres, que no de libre albedrío, hasta llevar al éxtasis hasta al más reticente.
La cara B era otra maravilla que se podía combinar a la perfección con la contemplación de la cuasi-esotérica portada: “Killing yourself to live”, “Who are you?”, “Looking for today” y la coda final “Spiral Architect” deberían estar en todas las enciclopedias de la historia del rock. Y no, no se trata de un disco satánico, aunque la portada pueda apuntar -de alguna manera- en esa dirección. Y bien, todo esto es lo que debía/quería explicarle al cantante de Ezpalak en esos escasos siete segundos que duró nuestra conversación, pero no dió tiempo. Además, no creo que fuera necesario explicarle todo esto a alguien que lleva una camiseta de Black Sabbath. De manera que, ahora sí (después de pensarlo durante dos segundos), simplemente contesté a la pregunta con “Sabbath bloody sabbath”, y dudo que su mueca de desaprobación (en broma y de muy buen rollo, por supuesto) significara que tuviera nada en contra de “Sabbath bloody Sabbath”. Aun así, y como quiera que los seis primeros discos de los de Birmingham conforman una unidad sagrada, si alguien me dijera que “Vol.4” es el mejor disco de los Sabs, no le contestaría negativamente, y menos si lleva la camiseta con la portada.
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