Archivos ARF. vol. VII: Crónica Azkena Rock Festival 2024
Un año más, el festival roquero por excelencia afrontaba un nuevo reto. Para seguir vivos, hay que renovar, buscar grupos y solistas legendarios, otros artistas pujantes y siempre intentar asegurar la calidad, sin dejar de negociar con mánagers (a veces durante años) para conseguir que la esencia Azkenera siga en sus trece, a pesar de las críticas que ya son un clásico prácticamente desde el inicio del Festival. A veces hay que innovar, este no es un festival cerrado como algunos agentes exteriores creen, y hemos visto bandas de Heavy Metal, grupos como S.A., El Drogas, M-Clan etcétera que en un principio no encajaban en el molde. Lo que pasa es que el Azkena no puede encerrarse en sí mismo, y por eso nunca lo ha hecho. Hasta dónde puede llegar la experimentación (porque el festival es una experiencia y además experimenta continuamente) es algo que el tiempo dirá o los organizadores valorarán. Una vuelta a los orígenes tampoco es del todo descartable. Todo esto viene a cuento también de la polémica presencia de Arde Bogotá, que aunque se lo montaron bien y demostraron ser buenos músicos, quizás haya sido un paso demasiado arriesgado y acaso descontextualizado. No lo sabemos, nadie tiene la varita mágica y es fácil quejarse. Por lo demás, ha sido otro año muy disfrutable con varias sorpresas y reuniones ex profeso. Degustemos el menú, una vez más.
Jueves, 20 de junio. Amaina tempestad.
A Txopet le tocó la difícil tarea de abrir el festival el jueves a las 18:15, aunque lo solventaron con bastante facilidad si tenemos en cuenta la energía y la explosividad que desprendieron. Ahora bien, el sonido no fue lo suficientemente claro, y es que la voz no se oía bien y en general todo sonaba como una bola que castigaba sobremanera los oídos. Eso sí, la pasión y el carisma del cantante y guitarrista Jon Fernandez, la presencia de Iñigo y un repertorio incendiario que abarcaron casi por completo lo compensaron bastante. Pelotazos cono “Neska zaharrak”, “Dorrean gora” o “Nire hitzen gezurretatik”, con Jon mezclándose entre el público, tinen su contraste en temas más atmosféricos como “Joan beharra, nora?”. Gran comienzo.
Tras tener que suspender el año pasado por la lluvia, este año Brigade Loco tampoco pudieron evitarla, aunque eta vez no arreció tanto y encima lo hicieron nada menos que en el escenario principal. Liaron una buena en las primeras filas, y sobre las tablas, una banda compacta desplegando un Punk-Oi! de buena factura y estribillos de calidad como la futbolera “Bultzada” o “Bizitzaren lehia”. Se lucieron con el himno “Aurerra doa” y una lección de como hacer coros a cuatro voces. Este tipo de grupos son los que lo están petando en gaztetxes y festivales y su contagiosidad y energía los hace irresistibles para la juventud.
La lluvia había empezado a hacer de las suyas en unas horas que fueron las más duras de todo el festival, aunque por la noche mejoró y Tarque & La asociación del Riff pudieron hacer su descarga de muchos quilates sin problemas. Para gustos los colores, pero Tarque ya estuvo aquí con sus M-Clan en 2013 y ya no tiene que demostrar nada a nadie. Sus dos discos tienen hits de sobra donde elegir, y el rock con estribillos reconocibles como en “Escapa el amor”, “El diablo me acompañará” o “He vuelto para veros arder” tiene la suficiente profundidad como para conquistar a los amantes del rock. Éxito de público y una demostración técnica en un repertorio interpretado con gran profesionalidad.
Llevar tantos años esperando un grupo y cuando por fin lo tienes delante... Aun a riesgo de que me crucifiquen, el concierto de Jane’s Addiction fue bueno, pero no me convenció. Es cierto que musicalmente nada les puedo reprochar; además ahí estaba ni más ni menos que Dave Navarro y la formación original al completo, pero el estado de Perry Farrell no fue el óptimo a pesar de cumplir en todas sus facetas musicales: la voz fue casi un susurro y se le veía justito de fuerzas. Dicho esto, resulta imposible no emocionarse con las inmortales “Up the beach”, “Stop!”, “Jane says” o “Three days”. Me alegro por los fans, ya que la opinión generalizada fue muy positiva, y la presencia de los angelinos ha sido todo un sueño hecho realidad.
A la una de la madrugada, turno para la Bon Scott Band, o mejor dicho, los suecos Bonafide, quienes llevan quine años imitando descaradamente a AC/DC, tanto que incluso podríamos apuntar los títulos de las canciones en las que se han “inspirado”. Es una banda competente que ejecuta con precisión y técnica su repertorio, aunque “Are you listening”, “Smoke and fire”, “No doubt about it” y un largo etcétera suenan como un refrito falto de aliciente y originalidad algunas, por lo cual resultan extremadamente previsibles y hasta aburridos.
El Trashville estaba igual que los últimos años: lleno hasta la bandera e incapaz de absorver el flujo de público que quería sumergirse en sus encantos. Largas colas los tres días (sobre todo el jueves y el sábado por la lluvia) para estar como sardinas en lata: el Trashville se ha quedado pequeño, pero ampliarlo alteraría su esencia, así que poco más podemos decir. Los enmascarados Ukelele Joe y Sus Hula Shakers la liaron buena en el pequeño recinto a base de guitarrazos surf y garage y grandes estribillos como en “Pánico en el Glory Hole”.
Viernes, 21 de junio. Tregua climatológica y marea humana.
Los Zestoarras Ezpalak, quienes al igual que Brigade Loco tuvieron que suspender por la lluvia el año pasado, se resarcieron con creces en el escenario tres. Es un grupo que ha ido a más en sus grabaciones y en concierto se han convertido en una maquinaria infalible, con el cantante Juanjo Berasain como explosivo maestro de ceremonias. Un derroche de actitud extensible a todos sus miembros, quienes además de técnica demuestran gran un entusiasmo sobre las tablas. Es algo que se nota en cada uno de sus conciertos, y pelotazos como “Tristura” o “Berdin zait” nos hacen pensar que incluso les ha venido bien atrasar un año su bautizo en ARF, ya que han cogido muchísimas tablas. Y ya cuando giran hacia el stoner, como en “Hauxe naiz ni”, solo nos queda quitarnos el sombrero. Se despidieron con la anfetamínica “Banpiroak” con Juanjo mezclándose en el público. Sublime.
Dea Matrona habían comenzado hacía ya casi media hora su actuación en la Respect (escenario dos), aunque pudimos disfrutar de una recta final muy roquera por parte de las irlandesas Orláith Forsythe y Mollie McGinn (voces, bajo y guitarra intercambiables) acompañados por músicos varones, quienes llevan en esto desde 2018 y que por fin, tras unos cuantos singles y dos E.P.-s, han publicado su primer larga duración (“For your sins”) el mes pasado. Su rock enérgico acompañado de elaboradas melodías y pasajes más reposados caló muy bien y se despidieron con los hits en potencia “Red button” y “Make you my star”, dejando una más que buena impresión.
Barry Adamson nos esperaba en la GOD Stage o escenario principal. El ex-Bad Seeds de Nick Cave picoteó bastante del disco “Back to the cut” y sobre todo del recientísimo “Cut to black”, cuyos temas (“These would be blues”, “One last midnight” o “The last words of Sam Cooke”) sonaron y encajaron bien en su ya amplio repertorio, una joya oculta del post-punk, jazz, soul y alternativo, con un toque si se quiere algo oscuro pero profundamente recomendable. Incluso versionó el “Hot Love” de T.Rex y nos dijo adiós con la elegancia de un temazo como “Jazz devil”, dejándolo en el punto culminante.
Respecto a The Rain Parade, solamente decir que si su reunión de 2012 (26 años después de su primera separación) fue sorprendente, esta vez vienen cargados con un nuevo álbum publicado en 2023 (“Last rays of a dying sun”) más un E.P. (“Last stop on the underground”) que salió hace solo un mes, del cual cayó la sugerente “Surprise, surprise”. Su rock psicodélico embellecido por evocadoras melodías no defraudó; tampoco lo hicieron viejos temas como “1 hour 1/2” o “Blue”, ni los temas de 2023 como la redonda “Last rays of a dying sun” (que da nombre al disco), pero quizás faltó un contexto más íntimo para redondear la jugada, ya que desde las partes más alejadas no se podía apreciar del todo su valor.
Después de la demostración del año 2015, L7 volvían por fin al Azkena, nada menos que con la gira de presentación de su mítico “Bricks are heavy” (1992). El concierto que fue de menos a más. La interpretación íntegra del disco mencionado fue a piñón: once temas exactamente en el mismo orden que en el disco original. Nada que objetar al planteamiento, ni mucho menos al magnífico disco, aunque debemos señalar que la actuación no arrancaba a romper y las chicas tampoco tuvieron sus mejores momentos en este tramo. Esto se fue solucionando progresivamente, aunque el segundo factor negativo (el flojísimo sonido, que las hacía casi indisfrutables a cierta distancia) no se solucionó en todo el show. La segunda parte, plagada de hits noventeros post-“Bricks are heavy” más un par de temas de más reciente factura, sirvió para que se desquitaran en parte, aunque el bajo volumen no les permitiera alcanzar cotas mayores.
Perdernos la descarga de los Black Halos no entraba en nuestros planes, por lo que corrimos a la Love (escenario tres) para darnos de bruces con la cruda realidad. A pesar de disfrutar enormemente de su disco-regreso “How the Darkness Doubled” de hace un par de años, no encontramos a la banda destroy que no habíamos visto nunca pero intuíamos nos volaría la cabeza. No lo hicieron, y no queremos decir que tocaran mal, ni que su imagen no gustara. Simplemente, o bien no tuvieron su día o les faltó una garra que tal vez ya sea imposible reproducir en 2024. Además, el bajo volumen impedía disfrutar plenamente de su show desde una distancia razonable (la mesa de sonido). Creemos que lo pueden hacer mejor y que en sala las cosas bien pudieran cambiar sustancialmente.
Queens of The Stone Age nos visitaba por tercera vez, y lo hicieron como el cabeza de cartel absoluto en cuanto a convocatoria, con permiso de Arde Bogotá. Y bien, con su habitual imprevisibilidad en la lista de temas, arrancaron con “Little sister” para facturar una actuación para recordar. El agobio por la alta afluencia se intensificó poco antes de comenzar el show y no se apaciguó en ningún momento. A diferencia de tantos grupos y solistas que no gozaron del volumen necesario, Josh Homme (quien se sube al podio de los artistas que han actuado aquí tres veces, junto a su Hermano Nick Oliveri o Brant Bjork, por poner dos ejemplos) tuvo una actuación de bella factura e impresionó como siempre suele hacerlo con su endiablada guitarra. La banda también estuvo a la altura, aunque quizás se echaron en falta más temas veteranos, pero tengamos en cuenta que Josh venía a presentar disco y tampoco quería dejar de lado otros trabajos como “...Like Clockwork”, de manera que, especialmente al final, se desató la locura con, entre otros, “No one knows” y “A song for the dead”. Solo deseamos no tener que esperar otros trece años para volver a verlos por aquí. Q.O.T.S.A. por siempre.
Y para terminar el día en lo más alto, qué mejor que disfrutar de nuevo y después de dos años del gran Michael Monroe (tercera visita también para él, igual que para Sammi Yaffa), quien esta vez lo hacía con... ¡nada menos que Demolition 23! Joder, solo por detalles como estos el Azkena se merece la gloria eterna. La descarga punk rocker con sello norteamericano que es en esencia su único disco (de 1993) tuvo aquí un fiel reflejo en petardazos de los Dead Boys, los Heartbreakers de Johnny Thunders, los Stooges o los Damned (ingleses, cierto), además de algunas piezas de los Hanoi Rocks que sonaron a gloria (“Tooting bec wreck”, “Problem child”, “In the year 79”) y otras sorpresas como el “Kick out the jams” de MC5, además de temas propios como los estimulantes “Scum lives on”, “Same shit, different day” o la ya inmortal “Hammersmith Palais”. En “1970” de los Stooges, Michael se subió a la torre derecha desde el escenario, aportando espectáculo pero dándonos un pequeño susto. Gran, gran actuación de un grupo que parecía imposible volvieran a juntarse y lo han hecho gracias al ARF.
Sábado, 22 de junio. Flotando en psicodelia y en folk.
Siempre habíamos dicho que varios grupos de Gasteiz tenían el nivel para actuar en este recinto. Algunos ya lo hicieron. A las cinco y media Entropía era el encargado de abrir la última jornada y a buen seguro dejaron unos cuantos fans a pesar de la reducida afluencia. Uno se quedó sin palabras al escuchar temazos de entre siete y nueve minutos, con una profundidad psicodélica tal que en las voces podían recordar a los mejores Asfalto y en potencia a unos Pink Floyd revestidos con la contundencia de Iommi/Butler/Ward. “Thesan”o “Dysania” fueron una absoluta maravilla, muy potentes y con un bajista especialmente motivado y comunicador. Hasta el teclista empezó a saltar hacia el final del show, y a pesar de que no se oía bien la batería, los tambores cumplieron su función con creces. “Tarbes”, de casi diez minutos, recibió una cerrada ovación en la despedida. Una pasada de concierto.
Directos al escenario grande, pues Pi L.T. nos tenían preparada una actuación potentísima. A estas alturas, y a pesar de su intermitente presencia en los escenarios, se han convertido en una máquina infalible que descarga toneladas de decibelios de manera especialmente compacta y a la vez fluida. Se centraron sobre todo en su segundo disco (“Denbora”, de 1998, del cual sonaron cuatro petardazos, entre ellos las descomunales “Zein” y “Jo!”), aunque por desgracia no tocaron su nuevo tema (“Garai honetan”, único tema nuevo en casi 20 años). Poco importó eso a los fans que resistían bajo la lluvia, la cual redujo bastante el potencial de convocatoria del grupo. No faltó el provocador show del teclista Aitor Abio en “Jo!”, ni el hit “Hil da jainkoa”, por lo cual tuvimos una buena muestra de su poderío aunque se nos hiciera corto. Gran show y merecida participación, que de Metal este año andamos un poco flojos.
Vayamos ahora con dos grupos resucitados y cuyos cantantes fallecieron: en primer lugar, nada menos que los Detroit Cobras sin la añorada y fallecida en 2022 Rachel Nagy pero con la inmortal Mary Ramirez en la guitarra y el polifacético cantante Marcus Durant de Zen Guerrilla, quien ya actuó aquí como vocalista de MC5 en 2018. Marcus estuvo a la altura, aunque también se puso de rodillas en un par de canciones en lo que parecía una muestra de cansancio. El repertorio, siempre basado en joyas rescatadas y vitaminadas del mejor soul, blues y garaje de los 60/70, fue impecable, y la actuación en general notable, con unos ambientes llenos de tensión contenida que eran en sí mismas puras explosiones. Gran homenaje a Rachel y a los seguidores que siempre soñaron verlos por aquí.
Y en el mismo escenario tres, nada menos que los mismísimos Pleasure Fuckers, 25 años después de su separación y 19 después del fallecimiento de su mítico cantante. Una reunión extremadamente improbable que debemos agradecer una vez más a nuestro festival favorito, aunque un par de días antes hicieran un show de calentamiento en Madrid. Y sí, ahí estaban Sobieski y tambiém Norah, además de Barnaby, Angel y un cantante especialmente adecuado como Scott Drake. El grupo estuvo a la altura y desató pasiones en las primeras filas centrales. Este tipo de temas necesitan una buena dosis de mala ostia, y vaya si la tuvieron. Temas propios como “Ripped to the tits” o “Socio de Satán” compitieron con “Hot legs” de Rod Stewart o “Un papel morao” de Manolo Kabezabolo. Un show con invitados como Manolo UVI que perdurará en la memoria del festival. Ahora toca darle continuidad al grupo, o eso queremos soñar.
Lo de St.Paul & The Broken Bones quizás fue de menos a más, pero podemos dictaminar que probablemente fue de los mejores conciertos del festival. Su soul sofisticado y de fino acabado venía provisto de un plantel de músicos envidiable y un front-man a medio camino entre cantante y showman. La sección de metal fue ganando protagonismo para abrazar sin tapujos un delicioso y profundo funk que penetra en el cuerpo y el sistema nervioso hasta hacerlo flotar de felicidad. En la maravillosa “Got it bad”, por ejemplo, nos agasajó un maravilloso solo de saxo que después fue apoyado por más metales. Un concierto de los que crean afición.
En el escenario grande y trece años después, los Band of Horses recogieron el testigo de St.Paul y los suyos, aportando algo más de potencia roquera con reminiscencias southern y alternativas. El sonido no fue el óptimo y la voz se oía demasiado, algo que perjudicó al grupo al no tener Ben Bridwell precisamente su mejor día, pero fue igualmente un concierto disfrutable, con varios picos como la balada “Laredo”, la delicada y sublime “No one’s gonna love you” o la igualmente preciosa “Is there a ghost”. También hubo ramalazos de potencia que hacían un plausible contraste con los temas más sensitivos. Buena actuación, no muy buen sonido.
Y ya para rematar el festi, nada menos que los nabarros Lendakaris Muertos, con Asier de nuevo en sus filas y toneladas de actitud. El escenario tres fue un hervidero entre estribillos imbatibles (“Centro comercial”, “Veteranos de la kale borroka”...), saltos y muchas risas. Un show en toda regla. Convencieron también los temas del nuevo disco, como “Urrusolo Sistiaga” -uno y dos-, “Sanchista y Jujano” etc. Y es que los Lendakaris han vuelto con mucha mala leche. Sobre si encajan en este festival, diré que los Lendakaris lo hacen allí donde se lo proponen, a no ser que sea en el BBK Live o algo por el estilo, y se pasan por el forro las opiniones preestablecidas. Un diez en actitud, humor y conexión con el público. El final con “Modo Dios” y “Oso Panda” fue realmente explosivo. Ojo con ellos.
Comentarios
Publicar un comentario